lunes, marzo 26, 2007

Dos ilustres compañeros de parranda

La historia de dos niños ‘bien’ de Valledupar que cambiaron la cuna de oro por el traje de camuflado. ‘Trinidad’, para luchar por la desigualdad social, y ‘40’, para enfrentar el azote de la guerrilla. Hoy, se alistan para enfrentar a la justicia.

Por Alix López
EL HERALDO
Valledupar

Es muy probable que por estos días, cuando en Valledupar se afinan los acordeones para hacerlos sonar mejor que nunca durante el Festival Vallenato que se avecina, en la cárcel de Itagüí, y en otra de Estados Unidos, dos hombres que nacieron y crecieron bajo el embrujo de esta música, y que luego fueron atrapados y separados por la violencia, se estén preparando para enfrentar la decisión que de aquí en adelante determinará el rumbo final de sus existencias.

Rodrigo Tovar Pupo, ‘Jorge 40’, y Juvenal Ricardo Palmera Pineda, ‘Simón Trinidad’, quienes de amigos y vecinos de cuadra, socios de clubes y compañeros de parranda, pasaron a convertirse en archienemigos, se alistan para ser juzgados y responder por sus crímenes.

A pesar del escándalo de la ‘parapolítica’, que también involucra al mismo ‘40’, y a la cercanía del gran evento folclórico que concentra toda la atención del Cesar, la coincidencia que está por venir: el juzgamiento a estos cabecillas de las autodefensas y de las Farc, respectivamente, no pasa desapercibido para la comunidad de este Departamento, y en especial a los habitantes de su capital, Valledupar.En el ‘Valle’ todavía recuerdan que en noviembre de 2004, durante el proceso de paz en Santa Fe de Ralito, el temido jefe paramilitar no tuvo inconveniente en reconocer que en su juventud vio a Palmera “como una de las posibles figuras de la dirigencia nacional”.Y es que las vidas de estos hombres tuvieron muchas coincidencias, cuando a ninguno de los dos se le había cruzado por la mente que iban a terminar como antagonistas irreconciliables.


Los vecinos de la calle 15, una de las arterias que comunica con la emblemática plaza Alfonso López, donde residían las dos familias, tienen frescas las imágenes de ambos divirtiéndose en cuanta festividad se celebraba en la ciudad. ‘El Pilón’, el desfile folclórico que partía de la casa de Oscarito Pupo, abuelo de ‘40’, y que marcaba la apertura del Festival Vallenato, era uno de los eventos en los que más participaban, a pesar de que Palmera le sacaba ocho años de diferencia a Tovar.


PARRANDEROS Y MAMADORES DE GALLO

Antes, durante el Carnaval, también compartían en las comparsas con las capitanas del histórico Club Valledupar, e incluso hicieron parte de la dirigencia de estas fiestas en dicho centro social. “En las parrandas derrochaban alegría, eran unos excelsos ‘mamadores de gallo’, bebedores de whisky y enamoradizos, siempre se les veía rodeados de las peladas más bonitas”, manifestó un pariente de ‘Trinidad’.

Pero no todo fue parranda en la vida de Ricardo Palmera. Hijo de Ovidio Palmera Baquero, prestigioso abogado que por su solvencia moral, capacidad intelectual y conocimiento de las leyes era llamado ‘La conciencia jurídica del Cesar’, —y quien además fue diputado de ese Departamento y magistrado de la Corte Suprema de Justicia— el joven alegre y bullicioso pronto entró por la senda del conocimiento en instituciones como el colegio Helvetia, en donde terminó bachillerato; luego en la Escuela Naval, y finalmente a la Universidad Jorge Tadeo Lozano, donde graduó de economista.

Su madre fue Alix Pineda, una dama de origen santandereano que Palmera Baquero conoció en Bogotá durante su paso como secretario general del Ministerio de Correos y Telégrafos, a donde llegó por recomendación de Pedro Castro Monsalvo, miembro de una de las aristocracias más rancias del Cesar, y titular de ese Ministerio, reseña el sociólogo Álvaro Castro Socarrás en su libro ‘Cuentos, leyendas, crónicas y semblanzas’.

Por esta coyuntura laboral de su padre, Ricardo nació en la capital del país, pero desde muy chico visitaba con frecuencia Valledupar, donde asimiló toda la idiosincrasia costeña, y sobre todo su pasión por la música vallenata. Los registros sociales de la década de los 70 dan cuenta de su matrimonio con Margarita Russo, una agraciada muchacha barranquillera que sería la madre de sus dos hijos, un hombre y una mujer. Con la responsabilidad del hogar comenzó a abrirse paso en Valledupar, llegando a ocupar cargos de importancia como la asesoría financiera de la extinta Caja Agraria, y luego nada menos que la gerencia regional del igualmente desaparecido Banco del Comercio. Toda esta actividad la combinaba con la parte académica, pues también se desempeñaba como catedrático en la facultad de Economía de la Universidad Popular del Cesar. La vida le sonreía.

En los inicios de su etapa de hombre casado, Ricardo Palmera mostró a la generación de su época sus inquietudes intelectuales apoyando decididamente a la conformación de ‘Homo’, un grupo cultural integrado por inquietos jóvenes profesionales que propugnaba por la difusión del arte y la cultura en Valledupar. Organizaban tertulias literarias, exposiciones de pinturas, recitales poéticos, y crearon el primer cineclub de la ciudad, donde exhibían joyas de la cinematografía mundial que era difícil encontrar en las salas comerciales.

De esas intensas jornadas culturales la periodista Lolita Acosta recuerda un hecho que ahora le resulta irónico. “Aunque nuestro colectivo cultural nunca tuvo un cariz político, en mi caso personal tenía simpatías por el Moir, al punto que ese grupo me escogió como candidata al Concejo. Propuse la presentación del Teatro Libre de Bogotá con el fin de recaudar fondos para la campaña, y recuerdo que el primer opositor a esa idea fue Ricardo. Me dijo algo así como que no podíamos vincular al grupo con ideas de izquierda, y que eso nos podía estigmatizar en el futuro”.

Otros miembros de ‘Homo’ destacan a Palmera como un lector voraz, amante de la música clásica y muy dado a la discusión y a la controversia de los temas de actualidad.No obstante, para su primo, el arquitecto Alberto Herazo, Ricardo nunca mostró un talante revolucionario que llevara a pensar a la familia que en algún momento su vida daría el giro radical que dio. Y aunque reconoce que siempre mostró su preocupación por lo social, y no ocultaba sus cuestionamientos a las que llamaba injusticias del modelo capitalista, a él, que prácticamente lo vio crecer, jamás se le pasó por la mente que aquel familiar acostumbrado a la ropa de marca, a vestir impecable y con elegancia, iba a cambiar estos atuendos de seda y algodón por el caluroso traje de fatiga de las Farc. Mucho menos fuera a dejar de lado a su naciente núcleo familiar, por unas ideas políticas.

CRÍMENES SELECTIVOS

Tal vez lo que no sabían Herazo, el resto de su familia, ciertos amigos y de pronto algunos miembros de ‘Homo’, era que Ricardo Palmera iba más allá de lo que le conocían ideológicamente hasta ese momento.

Sin embargo, para los organismos de seguridad del Estado las andanzas del exitoso ejecutivo y gerente del Banco del Comercio no pasaban desapercibidas. Sus otras reuniones con un grupo denominado ‘Causa Común’ eran seguidas muy de cerca.Curiosamente, de esta asociación política de Palmera hacían parte varios dirigentes de la banca valduparense. Entres estos Imelda Daza, que luego ocupó la gerencia de Pronta, entidad financiera del desaparecido Grupo Grancolombiano, y Rodolfo Quintero Romero, gerente del Banco de Occidente. Imelda tuvo que salir del país rumbo a Europa, acosada por los seguimientos de la inteligencia militar, y de Quintero no se volvió a saber. Para entonces Ricardo Palmera ya estaba en la mira de los investigadores, que una noche sorprendieron a la tranquila vecindad del Centro de Valledupar con un allanamiento a su apartamento de la carrera novena.

Allí lo capturaron y lo trasladaron a la sede de la Segunda Brigada en Barranquilla. Ya había dejado la gerencia del Banco del Comercio. Ese mismo día cayó su amigo de andanzas, el abogado José David López Teherán, y tres sindicalistas de Cicolac. Meses después, cuando la campaña de exterminio de las llamadas ‘fuerzas oscuras’ comenzaba a dar sus primeros pasos de muerte y terror contra todo lo que oliera a izquierda, fueron asesinados varios amigos de Palmera.


Muchos en Valledupar creen que los homicidios de sus ‘camaradas’ incidieron enormemente en su decisión de dejar las comodidades en que vivía, y subir a la Sierra a empuñar el fusil, cargar el morral y enfundarse el camuflado guerrillero. Corría el año 1987. “Además de que tenía una base ideológica para en cualquier momento tomar una determinación de este tipo, también fue cosa de supervivencia. Ricardo creyó que como se estaban poniendo las cosas en el ‘Valle’, él podría ser el próximo asesinado, y eso lo empujó a abrazar definitivamente la causa guerrillera”, comentó uno de sus amigos, que solicitó le reservaran el nombre.

Su primo Alberto Herazo Palmera recuerda que la última vez que vio a Ricardo, antes de que se fuera al monte, fue una noche en un show circense. Estaba acompañado de su esposa, entonces gerente de Granahorrar, y de sus dos hijos. En su nueva vida como subversivo, ahora con el nombre de ‘Simón Trinidad’, que adoptó en homenaje al libertador Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar, sus paisanos comenzaron a verlo con cierto romanticismo. Total, era la novedad en la sociedad vallenata: el rico del pueblo, el oligarca, el niño de bien, ‘jugando’ (como algunos creían, incluso su familia) a guerrillero.

Pero muy pronto, para sus pares de clase en Valledupar, esta imagen comenzó a cambiar. El frente 41 de las Farc, que prácticamente se concentraba en las faldas de la Sierra del Perijá, comenzó a mostrar sus garras. Sin subvención económica internacional tras la caída de la ‘cortina de hierro’, el grupo insurgente comenzó a vacunar y a boletear a ganaderos para poder sobrevivir.

CESAR, EN MANOS DE LA INSURGENCIA

Lo que no le perdonaron sus paisanos a ‘Trinidad’ fue que comenzara a secuestrar a los ricos de la comarca, sobre todo porque la ‘selección’ de las víctimas, afirman, la hacía apoyado en la base de datos bancarios que él conocía al dedillo debido a su paso por el sector.

Entre algunos de los plagiados la sociedad vallenata recuerda especialmente a Víctor Hinojosa Daza, quien murió secuestrado en poder de las Farc; Alfonso Campo Soto, quien no pudo recuperarse emocionalmente del impacto del secuestro; Marisel Hinojosa, Efraín Quintero y María Cleofe Martínez, hija del ex contralor general Aníbal Martínez Zuleta. La ola de plagios sacudió con tanta fuerza al Cesar que en el año 2001 las estadísticas de las autoridades mostraron el más alto índice de secuestros del país: 419, todos atribuidos a la guerrilla. “Fue una época dura, no podíamos visitar nuestras fincas, todo lo manejábamos por video. Las ‘vacunas’ se volvieron insoportables, la guerrilla montaba retenes, robaba ganado, dinamitaba fincas en el campo y residencias en pleno centro de Valledupar. Lo peor es que el Estado dejó solo al Cesar, estábamos en manos de la guerrilla”, cuenta un ganadero, ex Gobernador y ex Congresista, que todavía tiene miedo y pide no ser identificado.

Los que se consideraban azotados por la guerrilla que comandaba ‘Trinidad’ comenzaron a tomar el modelo de autodefensas que los hermanos Castaño Gil venían imponiendo en Córdoba y el Urabá. Surgen así los paramilitares, y al frente de ellos no tardó en estar Rodrigo Tovar Pupo, el amigo y vecino del entonces Ricardo Palmera, popular en los círculos sociales de la capital cesarense con el casi tierno apodo de ‘El Papa Tovar’.


“UNA CONSECUENCIA DE SIMÓN TRINIDAD”

Pero hubo un hecho crucial que empujó a vestirse el otro camuflado, el de las AUC, a quien hasta entonces todos conocían en Valledupar como un vertical funcionario público, que empezó carrera como inspector de Precios, pesas y medidas, y luego dio el salto a la Secretaría de Hacienda Municipal en la administración de Rodolfo Campo Soto (1987-1988).

El 13 de octubre de 1997 la odontóloga Margarita Rodríguez, hermana de Hugues Rodríguez, uno de los mejores amigos de Rodrigo Tovar, fue secuestrada a plena luz del día cuando salía de su consultorio en el centro de especialistas ‘Galenos’.La guerrilla tasó su liberación en mil millones de pesos, pero la familia solo alcanzó a reunir 500 millones. Los subversivos aceptaron la cifra, y sin embargo la joven profesional fue asesinada el 13 de diciembre del mismo año. Sus restos solo fueron entregados a sus familiares en abril de 1998, tras mediación de la Cruz Roja Internacional.

Estas condiciones de inseguridad que azotaban al Cesar, y que tenían como agentes motivadores a las guerrillas de las Farc y el ELN llevaron a decir a Rodrigo Tovar Pupo, ya en su papel de ‘Jorge 40’, que él “simplemente era una consecuencia de ‘Simón’ (‘Trinidad’)”. Como en el caso de Ricardo Palmera, la sociedad vallenata también guarda los mejores recuerdos de Rodrigo Tovar. Que era un alumno destacado del colegio Sagrado Corazón, que no dejaba pasar carnaval sin disfrazarse, que a todo le sacaba un apunte chistoso, que era detallista, en fin, de todo eso hablan ahora.Pero a esta etapa rosa de su vida se le cruzó la tragedia, primero con la muerte de su hermanas: María Che, al caerse de un caballo, y luego la de Silvia, muerta en un accidente vial cuando se dirigía a una fiesta familiar. “Fueron dos golpes duros que tardó en asimilar”, recordó un antiguo vecino. Antes de lanzarse a la aventura del paramilitarismo, se casó con Carolina Vélez, de cuya unión hay tres hijos que, junto con su madre, tratan de llevar una vida ‘normal’. “Es fácil verlos en conciertos, en restaurantes, pizzerías, fiestas del Club Valledupar, donde Tovar Pupo era un destacado sofbolista”, cuenta la misma fuente. Sus padres son Cecilia Pupo y el ex capitán del Ejército Rodrigo Tovar. A esta herencia militar muchos le atribuyen el espíritu que lo motivó en parte a abrazar la guerra.


¿DESTINOS CRUZADOS?

A pesar de todo el pasado judicial que arrastra como cabecilla de las autodefensas, sindicado de tenebrosas masacres, crímenes selectivos, manipulación política y toda esa semblanza que lo muestra como un hombre cruel y ambicioso, para los ganaderos del Cesar, ‘Jorge 40’ es poco menos que un héroe. “Hoy puedo ir a la finca cada dos días o las veces que yo quiera. Eso, gracias a ‘40’, que con sus hombres nos trajo la tranquilidad que el Estado fue incapaz de brindarnos”, afirma uno de los ganaderos agradecidos.

Uno de los amigos que solía parrandear frecuentemente con Tovar critica la posición de muchos funcionarios del orden nacional porque, según su dicho, “llegaban a las parrandas en Valledupar, bebían whisky con él y ahora niegan conocerlo. Les falla la memoria”, dice. En estos momentos ‘Jorge 40’ sigue siendo noticia de primera plana en el país, tras el destape de la llamada ‘parapolítica’ con la información que contenía su computador.

En las próximas semanas rendirá versión libre ante la Fiscalía, y del resultado de esa diligencia y de las posteriores, podría conocerse su suerte. Si sigue en el marco de la Ley de Justicia y Paz, que como máximo le imputaría ocho años de cárcel, o si es remitido a la Justicia ordinaria, donde podría enfrentar penas de hasta 40 años o incluso la extradición. Si esto último ocurre, no sería extraño que resultase vecino de ‘Trinidad’, pues al final de cuentas parece que el destino les depara muchas cosas en común.

http://www.elheraldo.com.co/revistas/reportaje/actual/noti2.htm

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

No entiendo que alguien que se autoproclame intelectual, llegue a la conclusión de que el vallenato tenga algo que ver con la parapolítica o viceversa. Acaso la salsa tiene que ver con el narcotráfico? y el rock con las drogas? o la ranchera o guasca con el alcoholismo?

agosto 14, 2007 11:44 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Soy venezolano, de raza pura:

Estimados amigos colombianos, ¿ no se han dado cuenta de que cualquier pajarraco de ínfulas comunistoides toma como excusa el nombre y la obra de Simón Bolivar para cometer sus tropelías y barbaridades ?

Eso es consecuencia de haber endiosado a Bolívar. Si bien es cierto que tuvo sus méritos como prócer de la independencia en nuestro país y contribuyó a la libertad del suyo, no menos cierto es que no fue el único que se sacrificó en nombre de la libertad.
Ustedes tienen a Antonio Ricaurte, que se inmoló en San Mateo (Que por cierto era una de las grandes haciendas de Bolívar) y José Prudencia Padilla, el héroe y factotum de la Batalla Naval del Lago de Maracaibo,
Este último fue fusilado por órdenes del mismo Bolívar, por supuestamente haber conspirado contra él en los acontencimientos de septiembre de 1828 ocurridos en Bogotá, mientras él se encontraba detenido en Cartagena, si mal no recuerdo haber leído.
Bolívar fue un hombre con grandes virtudes, pero asimismo con grandes defectos, los cuales se tradujeron en errores, actos imprudentes y desaciertos que cometió en su existencia.
Lo que pasa es que lo han endiosado cierto grupo de historiadores entre los que se cuentan Liévano Aguirre allá, Rumazo González en Ecuador y Vicente Lecuna aquí en Venezuela.
Luego los desgraciados comunistas de su país y el nuestro, quienes se enquistaron en las universidades, estaban en la busca de un héroe. Bolívar, a pesar de oligarca y terrateniente, les sirvió de mascarón de proa para inocular ese tumor intelectual que consideran como ideología, en un pastiche histórico-político-filosófico.
Simón Trinidad es consecuencia de ello, al igual que Hugo Chávez aquí en Venezuela.
Toda esta breve disertación histórico-filosófico la hacemos para aclararles que la culpa de la violenta situación de su país no es del Vallenato.

septiembre 17, 2007 6:43 a. m.  

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