viernes, abril 27, 2007

Cuarenta años del Festival de Valledupar


Hay que reconocerlo, el llamado género “vallenato” ha ganado espacios importantes a partir de 1967. Incluso ahora hay un premio de la industria norteamericana, un Grammy Vallenato, que ganaron los Hermanos Zuleta en su primera entrega. Sin duda, hoy en día es el ritmo colombiano más difundido en el país y en el exterior.

Sin embargo, como escritor debo decir lo que pienso, es mi deber; como intelectual, debo decir que “esto huele muy mal” y como costeño, debo decir que el “vallenato” me aburre profundamente, que no me siento representado por este ritmo cansón, simple y mediocre. Prefiero que mi música del caribe sean los Hermanos Piña (Alfonso, Carlos y Juan), Pablo Flórez, Petrona Martínez, Etelvina Maldonado, la Banda 19 de marzo de Laguneta, la Banda San Juan de Caimito, la Banda Nueva Esperanza de Manuelito, al mismo tiempo que Bebo Valdés y su hijo Chucho, Gonzalo Rubalcaba, Mongo Santamaría, Tito Puente, Héctor Lavoe, Paquito de Rivera y tantos otros.

¿Y por qué no me gusta el “vallenato? Por varias razones. En primer lugar, la famosa “leyenda vallenata” hace referencia a una aparición de la virgen que divulgó el escondite de los indígenas de la zona para ser masacrados por los colonizadores; es decir, celebrar “la leyenda vallenata” es legitimar un genocidio. En segundo lugar el término “vallenato” que no le gustaba a Francisco “Pacho” Rada porque según él la palabra designaba al “hijo de la ballena” y que a su música él prefería llamarla “música parrandera”, en notable descrédito del famoso Festival de Valledupar.

Pacho Rada sabía muy bien a qué se refería. Él sabía que el Festival se convirtió en un negocio de la familia Araújo de Valledupar y en estrategia política de un sector oscuro de nuestro país; a partir del controvertido expresidente Alfonso López Michelsen, quien llegó a ser el primer gobernador del Cesar gracias a la distribución de 500 acordeones en toda la provincia. Recordemos acá que López Michelsen fue descrito por el líder del cartel de Cali, Gilberto Rodríguez Orejuela, como “la mente más perversa de Colombia”, según el testimonio de Virginia Vallejo.

En tercer lugar, para nadie es un secreto que si hoy ha llegado lejos este género es por el patrocinio de los contrabandistas, narcotraficantes, corruptos, guerrilleros y, últimamente, paramilitares. Lo que convierte a esta música en la banda sonora del desbarrancadero ético en el que está sumida nuestra nación desde hace más de 40 años. El “vallenato” ha sabido ir de la mano con todos los actores de esta debacle política y social. Es la música preferida tanto de los asesinos de motosierra, como de los asesinos de corbata. Recordemos la alabanza que el ganador del Grammy, “Poncho” Zuleta hizo a los paramilitares en una parranda.

Por último, no nos olvidemos de que el actual estado de las cosas en la parapolítica colombiana tiene mucho que ver con ese folclor. Que no se nos olvide que buena parte de los patrocinadores y promotores del Festival de Valledupar están tras las rejas. Alguien dijo hace algunas semanas que el Festival de este año lo hubieran podido hacer en la cárcel. ¿O será que el Festival 40 está dedicado a Jorge 40?